jueves, 12 de agosto de 2010

Hotel



Noche tras noche recorro sus pasos
de espinas sedientas con fuego
en mis plantas:
horrenda manía de verte aguardando
el final de tu risa que calla el sangrado
¡Qué hotel más alto! ¡Qué dulce agonía!

Sé que anoche pereció el hotel
porque dejamos de tocarnos
y aquél rincón salvaje, en lo alto,
jamás podrá recuperarse.

Si el momento llega de abrir cortinas,
para que entonces vuelva la noche
y deposite su aroma en tu mirada;
te cobije de un manto afrodisiaco
y entonces beba tu remedio,
juraría, por mi vida, que he tocado el firmamento;
apresando al Dios de tu cabeza,
y bajaría la maldad de su hechizante
burbuja celeste intransigente.

Ese piso ha cedido, pues no llamarán más los tambores
de esa ilusión de permitirte
desearme tuyo una semana,
estando muerto en el exilio
de tu piel inconmovible.

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