lunes, 17 de noviembre de 2008

La amistad, la posesión


Durante años he besado gente indiferente hacia mí. Gente a quien no le importa mi oscuridad, la más bella de mis pasiones, el motor de mi fascinación.
¿Por qué tendría que mantener la educación y los buenos modales ante animales fugaces ajenos a mí?. Podría bien alejarme de esos círculos luminosos que encuentran risible hasta el más estúpido acontecer. Si se cae el corazón y se desangra a morir, no cesarían de soltar carcajadas violentas hacia mi suplicio mortal. Mas yo veo desmoronarse siempre su razón, y no encuentro gracia al respecto. Antes ya me he resquebrajado.

¿Invocar al demonio?. En interior, entrañas, ahí vive el infernal secreto. La amistad es posesión, porque asesino antes que partan mis dependencias. Y jamás tolteraría una falta de respeto tal, que amordazara mi existencia. Antes bien me puedo escurrir entre divinas cualidades y resurgir siento histeria y destrucción.

Jamás consideré esos abrazos, besos y contactos infames. Jamás imaginé haber malgastado mi amor. Y ahora que lo he derrochado todo, tengo odio en mi interior. Saldrá de mí esa pesadumbre oculta, arrollando las sonrisas, las gracias con que intenté subsistir.

Ahora siento el filo de mis uñas, la inmensa fuerza frustrada.

Ahora me siento rodeado de humo, de luz abismal.

Y estoy aquí para atraparte.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Yo no vivo en un castillo



Yo no vivo en un castillo, pero coexisto en él.

Paseo mis miedos y sentidos entre pasillos que huelen a carne fresca, a una excitación corporal reciente, a humedad de conocimientos pasajeros. Y mientras recorro éstos olores, se condensa mi mirada. El silencio atravieza mi presente, y afuera, abajo, están las voces que me empujan.

En éste castillo hay algunos puentes, no podían faltar. Hay guerreros dormidos, y se escucha el vulgo, el lago de los hombres inermes. Abajo está el hormiguero, arriba los misterios. Arriba están los cobardes, los débiles, los silenciosos...abajo están quienes gritan, seguros de sí mismos; quienes corren, se expresan y se besan.

Yo no vivo en un castillo, pero observo desde balcones fantásticos, el movimiento superfluo del río gris.

Yo no tengo por intención vivir en un lugar así, tan sólo es una ocupación necesaria para flotar en éste mar de muerte incesante. Muerte, muerte...olas de putrefacción. Mareas como cebo interpuesto entre mi silencio y la enajenación.

Yo no vivo en un castillo, pero me paseo en sus jardines y me entierro y me enlodo. Luego revuelvo los huesos olvidados y me construyo un nuevo carácter para volver a subir escalones, indeciso, inseguro. Y mientras subo, se cae mi escudo, se cae...

A veces respiro entre hartazgos, y veo mentira por todos lados. Cuando no, una exacerbada probidad me envuelve y así disimulo.

Arriba de todos, me convulsiono, me golpeo y sangro. Arriba de todos, me carcajeo y también lamento no hacerlo abajo.

Abajo, el hormiguero construye luces multicolores, arriba tejemos sutilezas-

Yo no vivo en un castillo, podría ser fatal...

domingo, 9 de noviembre de 2008

Realidades

Anoche divisé un nuevo horizonte, una lejana iridiscencia. Mi piel se agrietó, envejeció. No hubo más espera que la vida misma, en cuyo espectro adormecí. Y así, al cálido roce de mi piel con su bonanza de ensueño, palidecí.
Otra noche más, y tras asimilar la realidad, convertí mi existencia en una noche afín. Madre protectora, susurros pueriles. Y la tranquilidad no habría de interrumpirse jamás, porque así yo dejaba colgando mis brazos, mis piernas, y a veces mi cuello, sin sentir petrificar mi independencia.
Esque las noches así, me conmueven. Me conmueve el arrullo materno, el canto de las olas de algún mar redentor. Y por eso, prefiero no pensar nada. Postergo los misterios y el temor, los dejo caer y desintegrarse.
A veces tengo alguna que otra reacción, pasajeras pesadillas que denomino improvisadamente. Y en tales laberintos de ensueño sólo encuentro aquélla lejana iridiscencia. Un cáncer congénito. Y más allá, como si se tratáse de una consecuencia del valor individual, de la fortaleza y valentía descomunales; están los brazos de la mujer que me arrojó a la playa del dolor. Sí, es el mar, altamar, es mi madre, es la madre, es la redención total. Es también mi libertad.

domingo, 2 de noviembre de 2008

BORRADOR

Detrás de todo instante desesperado hay un momento de reposo. Un laberinto, un gran pozo de incertidumbre.
Sigo el camino y encuentro misericordia. Por momentos creo estar conciente, pero eso ya no importa, no me concierne. Por eso recorro éste pasado sin cansancio. Lo alimento de temores nuevos y de alguna forma resucito.
Estoy buscando clemencia sin jamás haber acertado. Y lo correcto a mi esencia sería haber encontrado el camino para sacrificarlo todo, después de un silencio mortal entre voces.
Estoy cansado de esperar la imágen sombría de algún hombre de abstracciones profundas para cernirme sobre él. Estoy cansado de imaginarme desnudo frente a un espejo roto, de ver mi sentir, sentir mi equilibrio, equilibrar los sentidos. Estoy enfermo...a veces lo escondo, mas trato de sentirme muerto, más muerto cada vez, pues detrás de todo arte se esconde un gran amor. Y el amor esconde muchos misterios, que cuando uno tiene el atrevimiento de plantearlos, se sofoca la creación.