jueves, 13 de noviembre de 2008

Yo no vivo en un castillo



Yo no vivo en un castillo, pero coexisto en él.

Paseo mis miedos y sentidos entre pasillos que huelen a carne fresca, a una excitación corporal reciente, a humedad de conocimientos pasajeros. Y mientras recorro éstos olores, se condensa mi mirada. El silencio atravieza mi presente, y afuera, abajo, están las voces que me empujan.

En éste castillo hay algunos puentes, no podían faltar. Hay guerreros dormidos, y se escucha el vulgo, el lago de los hombres inermes. Abajo está el hormiguero, arriba los misterios. Arriba están los cobardes, los débiles, los silenciosos...abajo están quienes gritan, seguros de sí mismos; quienes corren, se expresan y se besan.

Yo no vivo en un castillo, pero observo desde balcones fantásticos, el movimiento superfluo del río gris.

Yo no tengo por intención vivir en un lugar así, tan sólo es una ocupación necesaria para flotar en éste mar de muerte incesante. Muerte, muerte...olas de putrefacción. Mareas como cebo interpuesto entre mi silencio y la enajenación.

Yo no vivo en un castillo, pero me paseo en sus jardines y me entierro y me enlodo. Luego revuelvo los huesos olvidados y me construyo un nuevo carácter para volver a subir escalones, indeciso, inseguro. Y mientras subo, se cae mi escudo, se cae...

A veces respiro entre hartazgos, y veo mentira por todos lados. Cuando no, una exacerbada probidad me envuelve y así disimulo.

Arriba de todos, me convulsiono, me golpeo y sangro. Arriba de todos, me carcajeo y también lamento no hacerlo abajo.

Abajo, el hormiguero construye luces multicolores, arriba tejemos sutilezas-

Yo no vivo en un castillo, podría ser fatal...

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