lunes, 17 de noviembre de 2008

La amistad, la posesión


Durante años he besado gente indiferente hacia mí. Gente a quien no le importa mi oscuridad, la más bella de mis pasiones, el motor de mi fascinación.
¿Por qué tendría que mantener la educación y los buenos modales ante animales fugaces ajenos a mí?. Podría bien alejarme de esos círculos luminosos que encuentran risible hasta el más estúpido acontecer. Si se cae el corazón y se desangra a morir, no cesarían de soltar carcajadas violentas hacia mi suplicio mortal. Mas yo veo desmoronarse siempre su razón, y no encuentro gracia al respecto. Antes ya me he resquebrajado.

¿Invocar al demonio?. En interior, entrañas, ahí vive el infernal secreto. La amistad es posesión, porque asesino antes que partan mis dependencias. Y jamás tolteraría una falta de respeto tal, que amordazara mi existencia. Antes bien me puedo escurrir entre divinas cualidades y resurgir siento histeria y destrucción.

Jamás consideré esos abrazos, besos y contactos infames. Jamás imaginé haber malgastado mi amor. Y ahora que lo he derrochado todo, tengo odio en mi interior. Saldrá de mí esa pesadumbre oculta, arrollando las sonrisas, las gracias con que intenté subsistir.

Ahora siento el filo de mis uñas, la inmensa fuerza frustrada.

Ahora me siento rodeado de humo, de luz abismal.

Y estoy aquí para atraparte.

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