No era su vocación asesina, era su deseo de impactar mi interior
No cabía su paciencia, se involucraba innecesaria entre mi voz
Ella era la figura y yo el artesano. Labraba su cuerpecillo al ritmo del corazón y diluía en su rostro mis tristezas.
Lo difícil fué encontrarle nombre, pues lo que yo en verdad quería era dejar de llamarla Soledad....
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