martes, 27 de abril de 2010

El libro

Hay algunos libros, en la escuela, que jamás han sido abiertos. No hay símbolos ni marcas de lápiz. Estoy yo en la búsqueda de un libro que me contenga, que ahogue mi realidad en certezas de abandono, en una época de suicidios colectivos, en una época de mareas quietas, de demencias breves.
Me escondí entre los muros para mirar su energía. Una sonrisa y un cuerpo alucinante entre los presos del sistema. Una horrible herejía enervando mi abrazo. El hombre que busca mujeres es un borracho, un sinsentido, un complejo irreverente. El hombre que adora al hombre tiene cáncer en su pecho. El mundo está lleno de olvidos. La vida no pretende más allá: uno encuentra su suplicio entre andrajos cuando el hambre hierve adentro.
¿Qué semántica arcana diluye los dedos mezclados de un par de lombrices?. ¿A dónde se arrastran sus cuerpos que acechan las dudas del intransigente?. ¿A qué mar se encomiendan los peces terrestres?.
Ya nada queda de aquél entusiasmo. Si su vida se halla encaminada o si se hunde entre escamas; si las llamas penetran su palma o su planta se infecta en el lodo, o si su ser le arranca el cabello o sus venas lo arañan...de nada sirve volver a las aulas y creer sus palabras.

El libro que, cada semana, se olvida en la balda de sangre olvidada, se riega de llanto callado de fuerzas perdidas. Ellos son los jóvenes que han estudiado y han desarrollado un país de erectas, lampiñas y tísicas bestias.

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